9:20 AM - 29 Apr 2014 · Details
9:26 AM - 29 Apr 2014 · Details
9:30 AM - 29 Apr 2014 · Details
9:34 AM - 29 Apr 2014 · Details
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Entre los responsables del nulo crecimiento de la economía mexicana se encuentran los bancos: no financian ningún tipo de desarrollo pero sí expolian a los cuentahabientes y a todos aquellos que caen en sus redes. Alrededor del 70 por ciento de las multimillonarias utilidades que se apropian sale del país y va a engrosar los capitales de sus matrices. Gobiernos panistas y priístas les han diseñado un escenario de ensueño: libertad para esquilmar y ningún compromiso real para financiar
Como negocio, la banca comercial mexicana,
manejada como una especie de coto privado en donde el límite a la libre
depredación está determinada por la voracidad creativa de las sociedades
crediticias y no por las leyes, ha sido jugosamente rentable para las
corporaciones trasnacionales que controlan alrededor del 90 por ciento de sus
operaciones activas y pasivas, al igual que el resto de los intermediarios del
sistema financiero. Los beneficios de las filiales extranjeras en el mercado
nacional –y en los subdesarrollados, en general– han sido tan fáciles que han
contribuido generosamente a abultar las ganancias de sus matrices. O al menos
para compensar su caída o las pérdidas registradas a raíz del colapso del
neoliberalismo global iniciado en 2008; ayudar a cubrir las necesidades
adicionales de reservas preventivas requeridas por la acelerada insolvencia de
pagos de los deudores de las naciones desarrolladas que han incrementado el
nivel de las carteras vencidas, los complementos en la capitalización exigidos
por sus gobiernos o las autoridades regionales (como en la Eurozona y la Unión
Europea, por ejemplo), el pago de las multas impuestas por sus operaciones
fraudulentas, o a mitigar el desplome de la intermediación bancaria (captación y
préstamos) que siguió al fin abrupto de la ola especulativa y la subsecuente
recesión internacional.
Como nación, sin embargo, el funcionamiento de la
banca reprivatizada y neocolonizada desde 1998 ha sido un desastre. El control
que ejerce el capital extranjero sobre la captación y el crédito es tan
degradante y parasitario como en su momento lo hizo la oligarquía financiera
mexicana tradicional, que la copó hasta la nacionalización de 1982, y la
neooligarquía casabolsera que la capturó con la reprivatización
salinista, entre 1992 y 1995. A los ahorradores autóctonos sigue dándoles
espejitos a cambio de su dinero que expolia con tasas de interés reales
negativas que les paga, junto con el banco central, que obliga a que se otorguen
esos réditos que provocan la pérdida de su poder de compra de los ahorradores
ante un nivel de inflación mayor, y la hacienda pública que complementa el
despojo, por medio de los impuestos que impone a los rendimientos bancarios. A
los demandantes de dinero los desangra con los altos intereses que aplica a los
créditos, los cuales superan varias veces a los cobrados en los países llamados
desarrollados.
El resultado ha sido el reverso del pregonado por
la ideología neoliberal (que justificó la reprivatización y la desregulación y
la transnacionalización financiera): el hundimiento del ahorro bancario y del
crédito bancario, y la ineficiencia e inutilidad de los intermediarios ante las
necesidades nacionales.
El negocio bancario mexicano, sin duda, ha sido
redondo para la banca extranjera, cuyas “decisiones relevantes en materia
crediticia no se toman en México, sino en Londres, Estados Unidos, España y
Canadá”, como dijera Antonio del Valle –fracasado casabolsero improvisado
como banquero durante la efímera era de la reprivatización financiera salinista,
expresidente del entonces banco Bital y de la Asociación de Bancos de México–,
lo que explica “la falta de financiamiento” para el crecimiento y el desarrollo.
Lo ha sido para las filiales –y, debe agregarse, también para los bancos de
capital local– cuyos compromisos no son con los objetivos nacionales de los
países anfitriones, ya que, como señaló Del Valle, cuando ocurre un problema
grave, “simplemente se van”, tal y como ocurrió en Argentina.
El compromiso de las sucursales bancarias
mexicanas es con la satisfacción de la insaciable codicia por las utilidades de
sus matrices, transferidas desde las tierras neocoloniales. Hecho que, por
cierto, amarga a Guillermo Ortiz, extitular de la Secretaría de Hacienda y del
banco central asimilado por el Grupo Financiero Banorte. En marzo de 2012 dijo:
“Entre 2003 y 2011 los dividendos que pagaron los bancos de propiedad extranjera
[a sus matrices] fue de 20 mil millones dólares [aproximadamente lo que se pagó
por los bancos a finales de la década de 1990 y la primera de este siglo], un
pago de dividendos de tres cuartas partes de las utilidades anuales. Si en vez
de ello hubieran realizado el desembolso de un quinto del pago de dividendos, en
promedio, como los bancos locales, se hubiera distribuido más capital a México.
El crédito al coeficiente del producto interno bruto sería 5-15 puntos
porcentuales por arriba del coeficiente actual de 23 por ciento. Hoy en día, los
ahorros internos se utilizan para recapitalizar a los bancos extranjeros,
privando a México, y a los mercados emergentes en general, de recursos”. Por
tanto, concluyó: “Los mercados emergentes deberían considerar que se obligara a
las subsidiarias de bancos mundiales a limitar el pago de dividendos y/o cotizar
en las bolsas locales”, lo que “alinearía los intereses de los bancos con los de
los países huéspedes, y probablemente moderaría la transferencia de recursos
hacia las empresas matriz” (www.jornada.unam.mx/
2012/03/06/opinion/025a1eco).
Bajo la lógica de Ortiz, la transferencia de
capitales hasta 2013 debe ser del orden de 30 mil millones de dólares.
Alejandro Valenzuela, asimilado por Banorte-Ixe,
añadió en 2012 que los bancos extranjeros están “ordeñando” al país al pagar a
sus matrices dividendos que equivalen hasta 70 por ciento de las ganancias que
obtienen aquí. Por ello, dice Valenzuela patriotamente, “México no puede tener
una participación preponderantemente mayoritaria de la banca extranjera”
(www.jornada.unam.mx/2012/05/20/economia/0281eco).
En 2002, en pleno corralito –el
congelamiento estatal de los depósitos bancarios– y en medio de la crisis
financiera y política del neoliberalismo argentino, el Scotiabank, que había
comprado el Banco Quilmes, decidió alegremente abandonar al país
suramericano, sin avisar a las autoridades y sus clientes –se fue como las
sirvientas, según el dicho políticamente incorrecto–, se llevó subrepticia e
ilegítimamente sus activos. A partir de 2009 alrededor de 15 instituciones
extranjeras –entre ellas Wells Fargo, HSBC, ING, Merrill Lynch, JP Morgan y
Pershing, subsidiaria del Bank of New York Mellon–, de cerca de 40, anunciaron
su retiro del mismo país, merced a los cambios en las reglas del juego
financiero, cambiarias, fiscales y penales que “atentan directamente contra la
rentabilidad de las operaciones” crediticias, como dijeron funcionarios del
Morgan y Pershing, ya que buscan identificar y controlar a los inversionistas
argentinos que fugan capitales; regular a los intermediarios que les ofrecen el
servicio de wealth management, el asesoramiento para transferir su dinero
hacia el exterior; controlar el mercado negro o especulativo de divisas;
evitar el vaciamiento de las reservas internacionales; mantener la estabilidad
cambiaria; mejorar la recaudación tributaria; y administrar a la banca, con el
objeto de reducir los cargos y comisiones cobradas, y reorientar el crédito,
tarea que por ley será responsabilidad del banco central (eliminar cobros
indebidos por servicios o productos que no hayan sido solicitados, pactados o
autorizados por los usuarios, reintegro de los importes cobrados indebidamente
en un lapso de 5 días hábiles, más gastos e intereses compensatorios, garantizar
crédito a tasa fija para el sector productivo, entre otras medidas
(www.ellitoral.com/index.php/diarios/2013/07/19/economia1/ECON-01.html).
A Agustín Carstens y Luis Videgaray –que les
gusta postrarse a los pies de Milton Friedman y sus colegas de Chicago– les
dan náuseas la heterodoxia reguladora, al estilo de la exbanquera central
argentina, la keynesiana Mercedes Marcó del Pont. En el discurso, Carstens
acepta que “entre los retos que tenemos, uno muy importante sería ejercer con
mayor acuciosidad y oportunidad las tareas de regulación y supervisión de las
instituciones financieras, incluidas aquellas que no son estrictamente
bancarias” (Carstens dixit, http://eleconomista.com.mx/finanzas/2009/0
6/18/mexico-debe-mejorar-regulacion-sistema-financiero-carstens).
En mayo de 2013, Videgaray acotó: “Tenemos en
México uno de los sistemas financieros más sólidos y robusto; sin embargo, uno
de los que menos presta a nivel mundial”. Pero agrega que la reforma financiera
peñista no busca reducir las tasas de interés por decreto, sino que propone dar
mayor flexibilidad a la banca privada y pública para que otorguen créditos más
baratos. En la misma tesitura, Enrique Peña Nieto remata: no pretende reducirse
las tasas de interés por decreto, sino que se “flexibilizarán para que se
liberen los créditos que requiere México para crecer” (www.
sinembargo.mx/08-05-2013/613840)
Es la convergencia con los intereses de la
oligarquía bancaria y la capitulación del poder político ante los grupos de
poder.
En 2007, Felipe Calderón pidió a los banqueros
“créditos más baratos”.
La respuesta de los dueños del sistema
financiero, en voz de Enrique Castillo, entonces presidente de la Asociación de
Bancos de México, fue contundente: “La reducción de precios no se da por
decreto, las tasas de interés es reflejo de lo que existe en el mercado”
(www.cronica.com. mx/notas/2007/292265.html). En 2013, ya con Enrique
Peña Nieto en la Presidencia y con Javier Arrigunaga como líder de los
financieros, la reunión anual bancaria concluyó con la misma respuesta: los
réditos no pueden bajarse por decreto.
Así permanece intacto el salvajismo
financiero del “dejad haced, dejad pasar” que puso al borde del precipicio al
sistema capitalista en su fase neoliberal, de la financiarización de la
acumulación de capital a escala mundial.
La ordeña del becerro de oro
El 2013, el primer año peñista fue pésimo. La
economía se hundía en una breve recesión inflacionaria y en el estancamiento.
Sólo creció 1.1 por ciento. Es el peor desempeño desde el desplome calderonista
de 2009 (-4.4 por ciento). Como es lógico, esa situación afecta el negocio
bancario, la captación y el crédito. Por simple lógica económica, sus utilidades
también debieron verse perjudicadas.
Pero ilógicamente, de acuerdo con datos del banco
central y la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), las ganancias netas
de la banca privada, después del pago de impuestos, aumentan y registran su
máximo nominal y real (antes y después de descontar la inflación) desde 1981, y
quizá de la historia bancaria.
En 2013, en términos reales, la captación decrece
6.5 por ciento. La cartera de crédito vigente total real bajó de un crecimiento
de 7.5 por ciento en 2012 a 4.8 por ciento en 2013, y los préstamos al sector
privado (empresas y personas físicas), de 7.1 por ciento a 4.8 por ciento. Las
utilidades netas acumuladas corrientes se ubicaron en 107 mil millones de pesos
–20 mil millones más que en 2012–, equivalente a 8 mil 397 millones de dólares.
En términos reales, son 96.2 mil millones de pesos; aumentaron 19 por ciento
(ver gráficas 1 y 2).
De las utilidades de 2013, alrededor de 73 mil
millones de pesos correspondieron a la banca extranjera, el 68 por ciento. Dicha
cantidad equivalía a unos 5.7 mil millones de dólares, de los cuales, bajo el
cálculo de Ortiz, 4 mil millones se fueron a las matrices.
La distribución de las ganancias manifiesta el
grado de concentración bancaria. De los 48 intermediarios que integran el
sector, cinco de ellos se repartieron el 84 por ciento de las utilidades, es
decir, 89.9 mil millones de pesos: al BBVA-Bancomer le correspondió el 28.8 por
ciento (30.8 mil millones); a Santander el 17.7 por ciento (18.9 mil millones);
a Banamex el 15.3 por ciento (16.4 mil millones); a Banorte el 11.3 por ciento
(12.1 mil millones); y a Inbursa el 11 por ciento (11.8 mil millones). En cada
caso sus ganancias se incrementaron, en relación con 2012, en 19 por ciento, 5
por ciento, 28 por ciento, 23 por ciento y 178 por ciento.
Bancomer aportó una tercera parte de todas las
utilidades del BBVA. Santander, alrededor de 11 por ciento a las ganancias de su
casa matriz. Ambas son la tercera filial más rentable de sus grupos. En 2012,
Banamex fue considerada como la sucursal que aporta más beneficios al Citigroup
en América Latina, con un 11 por ciento, y la tercera más importante a escala
mundial, junto con Corea del Sur y Australia, que, en conjunto, representan la
mitad de sus préstamos a los consumidores. Pero en 2013, debido a una
travesura fraudulenta, el Citigroup se vio obligado a reducir su ganancia
anual en 360 millones de dólares.
Por cierto, ninguno de esos bancos será
considerado como “predominante” bajo las blandengues leyes de competencia, pese
a que los dos primeros oligopolios determinan el rumbo del sector.
Las utilidades netas bancarias bajo el
neocoloniaje no son despreciables. Entre 2000 y 2013 su monto acumulado fue de
64.3 mil millones de dólares corrientes, 4.6 mil millones en promedio anual.
Medido en moneda nacional, suma 830 mil millones de pesos reales, 59.3 mil
millones en promedio anual. Su tasa media real anual de crecimiento fue 13.5 por
ciento (ver gráfica 3).
Andrés Audiffred, funcionario de un banquito
de la chiquillada (el grupo Ve por Más, “ciento por ciento mexicano”, entre
cuyos dueños se cuentan los primos Jaime Ruiz Sacristán y Del Valle), afirma que
“el sector financiero en México, a comparación del resto del mundo , es uno
de los más rentables”. En México, el retorno sobre capital (return on
equity, ROE) es de alrededor de 14.1 por ciento y en otros lugares del
mundo, como en Estados Unidos, es de 8 por ciento en promedio. El ROE es
rentabilidad financiera de una empresa, la ganancia obtenida en relación con la
inversión realizada por el accionista. En sentido estricto, la CNBV informa que
el ROE en 2013 fue de 15.8 por ciento. En Bancomer fue de 25 por ciento; en
Banamex, de 12 por ciento; en Santander, de 19 por ciento; en Banorte, de 17 por
ciento, y en Inbursa, de 21 por ciento.
Por esa sencilla y jugosa razón rentable, los
banqueros no están dispuestos a que se acabe la fiesta del “dejar haced, dejar
pasar”.
Afortunadamente, los financieros que
prosperan en México no tienen que enfrentar a un insoportable populista
como Rafael Correa, quien, en 2012, tuvo una desastrada ocurrencia de
pésimo gusto: financiar parte del llamado Bono de Desarrollo Humano
arrebatándoles una parte de las utilidades a los 26 bancos ecuatorianos, unos
200 millones de dólares más. Con ellas esperaba financiar el 54 por ciento del
Bono de 2013. El resto, con el presupuesto. Así, el Bono que se pensaba otorgar
a 1.9 millones de personas subiría de 35 dólares a 50. Como es natural, los
banqueros berrearon y dijeron que ya aportaban al Estado unos 309
millones de dólares por concepto de impuestos, tasas y contribuciones, lo que
representa casi el 80 por ciento de sus utilidades netas anuales de 2011 (394
millones de dólares). Pero en 2011, según la Superintendencia de Bancos, la
banca tuvo ingresos por 3 mil 53 millones de dólares y apenas aportó al estado
309 millones, el 10 por ciento. El Banco de Guayaquil y el de la Producción
pagaron 2.5 por ciento de impuesto sobre ingresos de operatividad y el Banco
Pichincha menos del 1 por ciento.
La divisa de Correa es, asimismo, sencilla:
“antes se socializaban las pérdidas del sistema financiero, ahora se
socializarán las ganancias”. Su propuesta es “traspasar los excedentes de la
banca a los más pobres”. Por ello, declaró: “Banquero que no quiera, no se
preocupe, le compramos el banco y nacionalizamos la banca”.
Dichosamente, la insignia de los neoliberales
como Enrique Peña es exactamente al revés. Se manifiesta en la asincrónica
relación utilidades-impuestos. Las ganancias bancarias reales acumuladas antes
del pago de impuestos en 2000-2013 suman 1.1 billón de pesos. Después de su pago
ascienden a 829.8 mil millones. El monto de impuestos pagados (a la utilidad
causada y a la diferida) es de 222.4 mil millones y equivale a una tasa
tributaria media implícita de 21 por ciento, contra la de 28-30 por ciento
pagada por el resto de los causantes que no la evaden por los resquicios legales
e ilegales del queso gruyere fiscal. En el tiempo, empero, la tasa fiscal
bancaria bajó de 33.4 por ciento en 2002 a 19.5 por ciento en 2013, justo en el
año de las ganancias históricas.
El asincronismo también se observa entre las
ganancias, la captación, el crédito y el crecimiento económico.
En el lapso 2000-2013, el cual corresponde al
ciclo extranjerizado, la captación bancaria real (depósitos de exigibilidad
inmediata y a plazo) creció a una tasa anual de 3.2 por ciento. El crédito
vigente total real en 6.1 por ciento y el destinado al sector privado y las
personas físicas no financieras en 7.5 por ciento. Los préstamos, no obstante,
han declinado sensiblemente. En 2004-2007, el total se expandió a una tasa media
de 14.2 por ciento y el del sector privado, en 22.5 por ciento. Pero a partir de
2000 ambos cayeron sensiblemente a una tasa de 4 por ciento.
El problema es que el ritmo de crédito tiene
escasa relación con la inversión productiva y el crecimiento. En 2000-2013, la
inversión total real creció a una tasa media anual de 2.3 por ciento; la
privada, en 2.6 por ciento, y la pública se paralizó (0.2 por ciento). El
crecimiento es de apenas 2.1 por ciento. Es decir, la evolución de cada uno
equivale a un tercio de la captación y el crédito.
Entre 2000 y 2013, la captación con relación al
PIB pasó de 11 por ciento a 21 por ciento. El crédito vigente total (conocido
como penetración bancaria) de 11 por ciento a 20 por ciento, y el sector privado
no financiero de 7 a 16 por ciento. Pero el coeficiente de la inversión total
sólo aumentó de 20 a 22 por ciento; y la privada, de 15 por ciento a 17 por
ciento (ver gráfica 4).
Con esas relaciones sólo puede aspirarse a un
crecimiento a ras del piso y a un México subdesarrollado.
La inutilidad del sistema financiero –no sólo el
bancario– para las necesidades del desarrollo es testificado por el Banco
Mundial. Entre 2000 y 2012 el crédito interno al sector privado (préstamos,
compra de valores que no constituyen una participación de capital y créditos
comerciales, otras cuentas por cobrar), en México, pasó del 18 al 28 por ciento
del PIB. La media en América Latina, de 27 por ciento a 48 por ciento. En la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), de 144 por
ciento a 157. En la Unión Europea, de 98 por ciento a 129 por ciento. En Estados
Unidos, de 168 a 192 por ciento. En Canadá, de 96 por ciento a 128 por ciento.
En los países del mundo de bajo ingreso, de 27 por ciento a 28 por ciento.
México se encuentra en el sótano de la última clasificación.
El crédito fácil y la usura insaciable
Si la inversión y el crecimiento no guardan una
relación con el crédito bancario, cabe preguntarse: ¿hacia dónde se destinan los
préstamos? Hacia el financiamiento fácil, como se observa en el cuadro 1: el
consumo (tarjetas de crédito, bienes de consumo duradero y otros) que al inicio
de 2014 recibiría el 22 por ciento del total; la compra de viviendas, con 16 por
ciento; el sector público, con 14 por ciento, y el comercio, con 11 por ciento.
En total, perciben el 69 por ciento. En 2000 equivalía a 47 por ciento. Entre
ellos destaca el consumo que participaba con el 4 por ciento. Las sobras
crediticias, cada vez menores, se reparten entre las actividades productivas
(sectores primario y secundario: minería y manufacturas, básicamente). Entre las
perdedoras, destacan las actividades agropecuarias, pues sólo reciben el 1.7 por
ciento.
Las utilidades fáciles son producto de la usura,
la voracidad y los abusos de los bancos.
La usura. Primero por el gran diferencial
existente entre las tasas de interés pasivas y activas, entre las pagadas a los
ahorradores y cobradas a los usuarios del crédito (margen de intermediación
financiera). Entre 2000 y 2013, las primeras fueron negativas, si se descuentan
la inflación, los impuestos cobrados a los rendimientos, el descuento aplicado
por los bancos, así como por la decisión del banco central de mantener en 0 por
ciento su tasa objetivo real. El ahorro de la población se deterioró en ese
lapso. En cambio, la tasa real media cobrada por la cartera total fue de casi 8
por ciento (800 veces mayor, comparada con las pasivas); a las empresas de 4 por
ciento; al consumo de 26 por ciento; a las tarjeta de crédito 26 por ciento; a
los préstamos no revolventes de 32 por ciento; a la vivienda, de 6 por ciento
(ver gráfica 5).
La rapacería. En ese lapso, las principales
fuentes de ingresos bancarios correspondieron a los intereses cobrados al
consumo (46 por ciento del total) y la vivienda (15 por ciento). Globalmente
aportaron el 61 por ciento del total. En los 13 años referidos, los intereses
cobrados al consumo, en términos de valor, aumentaron casi 900 por ciento, en
términos reales; a los intermediarios financieros, en 383 por ciento, y a la
vivienda, en 117 por ciento.
En el caso de los ingresos reales obtenidos por
las comisiones aplicadas a la apertura de crédito, éstos aumentaron en 121 por
ciento entre 2007 y 2013. En los del consumo crecieron 118 por ciento y en la
vivienda, en 160 por ciento.
Desde luego la voracidad es más creativa y ella
dependerá de cada banco para inventar formas de saquear los bolsillos de los
ahorradores y deudores: cobro por consultas y comisiones, retiros por cajeros
automáticos, inversiones mínimas incumplidas, el anatocismo, retraso en pagos,
imposición de seguros…
Todo, bajo la tolerancia gubernamental ante una
banca inútil, inexistente para las necesidades del desarrollo.
*Economista
"TEXTOS RELACIONADOS:
Contralínea 382 / Del 20 al 26 de abril de
2014"
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El 'Robin Hood' de bancos españoles: "Cambiemos el mundo con desobediencia"
Texto completo en: http://actualidad.rt.com/sociedad/view/126558-robin-hood-bancos-espana-duran
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El 'Robin Hood' de bancos españoles: "Cambiemos el mundo con desobediencia"
Texto completo en: http://actualidad.rt.com/sociedad/view/126558-robin-hood-bancos-espana-duran
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